FRANCISCO JAVIER ALMARZA MADRERA
Las ascensiones en globo aerostático fueron desde finales del siglo XVIII una forma de velo en la que científicos, artistas y viajeros pudieron poner sus intereses a la altura de las aves, desarrollando experiencias y profesiones de muy distinto carácter. Los hombres, y no pocas mujeres, pioneros de la aerostación, convirtieron la disciplina en la primera escuela práctica de aeronáutica. Su existencia transcurrió plena durante todo el siglo XIX, protagonizando interesantes capítulos de a vida científica y cultural europea y americana. España asimiló desde temprano la novedad del vuelo en globos, y en Sevilla afamados pilotos como Vicenzo Lunardi, Eugene Poitevin o Francoise Arban, mostraron sus facultades proporcionando momentos inolvidables a sus contemporáneos. Los distintos gobiernos, la vida social, científica y cultural, el tejido fabril e industrial, las costumbres y el uso cívico del espacio urbano condicionaron, por su parte, la forma en la que la aeronáutica se desenvolvió y evolucionó en la ciudad como ciencia y espectáculo.