Enviada desde la cárcel, la Carta a los filipenses es la más conmovedora de las que Pablo escribió. En ella deja hablar a sus sentimientos y emociones más que en ninguna otra. Pablo no escribe, como en Gálatas, contra una interpretación desviada del evangelio. Tampoco pretende desarrollar, como en Romanos, los temas que según él articulan el cristianismo. Ni siquiera pretende, como en 1 Corintios, dar respuesta a las cuestiones que plantean sus interlocutores. Filipenses se parece más a la comunicación de un familiar y de un amigo sobre sí mismo y sus convicciones de fe. El criterio seguido en la traducción de esta carta es la literalidad, de modo que el lector pueda acercarse en lo posible al original griego. El comentario de las distintas unidades se divide en notas de carácter técnico y en explicaciones teológicas y de contenido.
