236 pp. Lo que la gente llama «Iluminación» o «conciencia superior», lo que los budistas denominan nirvana, el zen satori, el islam marifa, en el sentido más amplio de la palabra, significa adquisición de nueva sabiduría o entendimiento, acompañado de una sensación de plenitud. Ciñéndonos al vocabulario utilizado cuando hablamos de desarrollo espiritual es la experiencia de lo divino, sentir la presencia de «Lo Trascendente». Una evidencia interior que, puede ser mística o no, y se manifiesta como Paz, Amor, Felicidad o sentido de Unidad con el Universo. Para la mayoría de las personas que, como yo, en su día emprenden la búsqueda de conocimiento esotérico, el fin es alcanzar una «conciencia superior». El proceso es lento y penoso, pues la multitud de «yoes» que pueba la mente colocan innumerables trampas en el camino que nos hacen tropezar una y otra vez para intentar arruinar nuestro empeño. Son muy pocos los «buscadores» que llegan a comprender que para alcanzar ese estado (si es que se logra) se requiere un largo viaje, como el de Ulises, lleno de tribulaciones donde la disciplina, la constancia y la paciencia son los únicos compañeros de viaje. Cuando se habla de evolución o desarrollo humano la mayoría de la gente entiende que se trata del proceso de mejora e incremento de las facultades intelectuales que se produce de modo naturla en toda la especie. Nada que ver, el significado real, y al que yo me voy a ceñir, va mucho más allá de un incremento de capacidades psíquicas del hombre.
