La poesía es el muro donde vive el objeto no casual, no arido aún, esa araña de efusion esplendorosa. Ríe el inváidlo su pausa y le cecren yedras, verbos de limpia arquitectura para presagiar despojos de cosas, treguas del dolor o lámparas vacías. Quien ahí escuche al placer dilurise entre sus ingles, e ignore el riesgo de amnesia, será feliz, será feliz, será feliz. La poesía te rodea las manos, la amiga que sangra.