Las imágenes marroquíes de Harry Gruyaert tienen la evidencia tenaz del misterio. Cualquier anécdota queda desterrada y el tiempo -el relato, el antes y el después de la foto- parece detenerse. Sin embargo, una energía emana de sus colores y de las posturas atrapadas repentinamente. El 'tema' enigmático de estas imágenes sería entonces la textura de un muro o la materia de un tejido, el contenido del aire, la presencia del cuerpo, la densidad tan particular de la luminosidad marroquí, a la vez violenta y tierna, cegadora y maternal, abstracta y sensual. En las antípodas del siempre visto exotiesmo trivializado, Harry Gruyaert nos muestra el nunca visto de una realidad distinta, cotidiana pero secreta.