Jacques Aumont declina y remonta la historia de la imagen cinematográfica, en
busca de sus transmigraciones. El género de la pintura de Vanidades, la anunciación de
María, los espejos; la línea de la sombra y la irrupción del color; los objetos encantados y
domésticos de Hitchcock y el blanco espacial de Kubrick; la América de la bomba nuclear y
la generación beat según Bruce Conner; el found footage y el video casero, la pintura
rupestre y la pantalla.
Más allá de la mimesis o la metáfora, de la caja, la pirámide o el cuadro, la imagen es
materia. Su corazón es de todos y de nadie. Late, se agita, se contrae, se aplaca y se acelera.
Nada más material que un órgano y más inmaterial que un órgano que no puede
tocarse. El corazón es materia de imagen.