Hete aquí lector, que la novela que tienes en la manos es, en principio, un códice prodigioso; un cúmulo de personajes de intrincada conexión, una poliantea de maravillosas historias, un libro sin trama convencional, un libro de ilación maldita, que con ímpetu sobresaltado nos impele a avanzar a gran velocidad a la búsqueda, a la espera, de que contendrá un nuevo párrafo, apartado o microcapítulo. En principio, la trama no es la trama, es un continente en el que crecen y se retuercen descripciones de vidas atormentadas, un continente de singulares contornos impregnado de un humor negro y socarrón que marca los compases de un vodevil desaforado.