Plan de guerra contra Iraq ofrece una rigurosa disección de la propaganda oficial, con poderosos argumentos en contra de una acción militar a todas luces ilegal. A lo largo de sus páginas, el libro sostiene que no hay prueba alguna que demuestre que Iraq tiene armas químicas o que está implicado en una trama terrorista internacional. Al mismo tiempo, proporciona pruebas de que los Estados Unidos rechazaron una oferta de los talibán para extraditar a Osama bin Laden y de que el trabajo de los inspectores de armamento enviados por la ONU fue deliberadamente minado por el gobierno norteamericano. Por otra parte, se trata de un proyecto de guerra que no cuenta con un apoyo incondicional; no, desde luego, entre el 58 por ciento de los británicos, que se oponen a ella, ni entre los países vecinos de Iraq, ni siquiera entre buena parte de los mandos militares norteamericanos y británicos. Y si ninguno de estos argumentos persuade a nuestros líderes, al menos deberían escuchar las conmovedoras palabras de los familiares de las víctimas del 11 de septiembre aquí recogidas, y prestar atención a la amenaza de una recesión mundial que una guerra podría provocar. Brillantemente persuasivo, estamos ante un libro de lectura obligatoria para cualquiera que se preocupe por la paz y la democracia.
