La tradición cultural que alimentó a los grandes maestros en las aulas de institutos y universidades españolas se ha ido extinguiendo en los últimos años, como acervo incompatible con una sociedad que niega o, simplemente, ignora la entrega callada y sabia de los viejos profesores. El ruido mediático, la velocidad y vértigo de nuestro tiempo, han arrumbado vidas y trayectorias dedicadas por vocación y pasión al saber y su transmisión, como concepto inseparable del conocimiento, la ética y el civismo. Hay que retroceder a las postrimerías del siglo pasado para encontrar los últimos eslabones sueltos de lo que antaño fue una cadena brillante y sólida de pedagogía humanística y crítica, que unía sabiduría y vida como ejemplo y método de enseñanza.