La palabra «tacaño» es voz propia de la Península Ibérica, se refiere a una persona despreciable de muy baja condición, y también significó bribón o pícaro.
El refranero español abunda en referencias a la condición de estas criaturas y alude a que son esclavas de su dinero, tanto que no es fácil hallar un avaro que esté contento. A nadie le gusta que le cuelguen el sambenito de «roñoso», y por ello se recurre a todo tipo de eufemismos, incluido el adjetivo «austero».