Como auténtico género literario, el epigrama nace con la literatura y vive y se desarrolla adherido a ella como una verdadera planta parasitaria. Cuando la literatura florece, el epigrama está en auge; decae y degenera con la decadencia y degeneración de la literatura. Flor de antología, asoma en los tiempos de la cultura helénica; es cultivado con ardor en la roma de nuestro Marcial y da sus primeros vagidos con las literaturas neolatinas. Nuestra literatura tiene propensión al epigrama desde sus primeros pasos. Hurtado de Mendoza y Cristóbal de Castillejo ya lo manejan con soltura; cultívalo, luego, fervorosamente, Baltasar del Alcázar; Bartolomé Leonardo de Argensola y Polo de Medina lo embellecen y le dan carta de naturaleza&\