Obra central del período comprendido entre la última década del siglo xx y la primera del xxi, su publicación completa se demoró a lo largo de siete años en tres entregas (1995, 1998 y 2002) que fue desgranando la casa Dar Al-Saqi, una gran editorial con sede en Beirut y en Londres especializada en textos de literatura árabe contemporánea. La traducción literal del título árabe, Al-Kitâb, es claramente El Libro, pero esta palabra así empleada, con ese rotundo artículo determinado, nos remite, más que a una Escritura sacra, revelada —que también—, al concepto esencial y cultural de escritura humana. Un intento de obra total que busca conscientemente la mixtura y descomposición de los géneros literarios codificados, un proyecto quizá imposible, irrealizable, como esa perpetua aspiración de Mallarmé cifrada en Le Livre o de Pessoa en El libro del desasosiego. El subtítulo añadido (El ayer, el lugar, el ahora) confiere a El Libro una dimensión espacial y temporal deliberadamente amplia y ambigua, entre la historia y la actualidad, que se ajusta a ese recurso literario, tantas veces utilizado, del autor que simula ser comentarista o anotador de un manuscrito hallado por azar, anónimo unas veces y atribuido otras a la pluma de un escritor ya fallecido, más o menos antiguo. Un manuscrito atribuido en este caso a un poeta, Al-Mutanabbi, que vivió en el siglo iv de la Hégira —o en el siglo x, si se prefiere el cómputo de la Era Cristiana— y que está considerado de modo casi unánime como el mayor poeta árabe de todos los tiempos. Del «Preliminar» de Federico Arbós