Luis Díaz Viana dice en su introducción de este poemario, escrito en tiempo de crisis: “Siempre me he preguntado el por qué de la cortesía de esos suicidas que, tras perderlo todo a los naipes o desesperados por el juego del amor, tienen la delicadeza, antes de matarse, de escribir una carta a sus seres odiados o queridos y otra al señor juez. Hay otros suicidas que aún con más discretos: no dicen ni avisan a personas próximas donde van a ir. Cogen un autobús como quien va a la compra y practican el extraño turismo de la muerte. Suelen escoger puentes altos, de los que cruzan acantilados de vértigo y se arrojan allí, sobre un río cuyo nombre no conocen, en una ciudad de provincias donde nunca estuvieron antesö